martes, 21 de abril de 2009

CAPITULO 10

Todas las tardes, al salir de clase, Ana esperaba a Alberto en la cantina del instituto. Allí estaban un rato, tomando algo en compañía de su amiga Sara. Los tres se juntaban a menudo y lo pasaban muy bien.

Siempre, al entrar, se cruzaba con Ricky que le tiraba los tejos.

Normalmente, éste siempre estaba rodeado de varios chicos que parecían, más que sus amigos, sus esbirros. Y, también solía tener dos o tres chicas que babeaban por él.

Pero esta vez, era distinto. Hoy Ricky parecía más popular que otras veces. Y todos reían a carcajadas en torno a él. Al pasar Ana, se dirigió a ella.

- Ten cuidado con tu amiga, Ana – dijo Ricky de forma burlona-. Cuidado no te vaya a meter mano.

Diciendo esto, todos se pusieron a reir. Mientras, sola en una mesa, estaba Sara.

Su amiga no gozaba de mucha popularidad, pues era considerada como “rara”, pero esta vez, estaba llorando.

- ¿Qué te pasa? Le preguntó Ana.

- Veras – contestó Sara entre sollozos- . Ayer tarde Ricky me sorprendió besándome con… otra chica.

Ana ya conocía las tendencias sexuales de su amiga. Y, a petición de ella, siempre lo mantuvo en secreto. Pues tenía miedo de ser rechazada. Ni siquiera Alberto sabía nada de ello.

- No hagas caso a ese imbécil, Sara – intentó consolar Ana.

En ese momento Alberto entró en la cantina, dirigiéndose a donde estaban las dos chicas.

- Vigila bien a tu novia – le dijo Ricky al pasar junto a él. Nuevamente las risas respondieron a la frase.

Alberto, encogiéndose de hombros se acercó a la mesa y, tras besar a Ana, le preguntó a Sara qué le pasaba.

Ana le puso al corriente de todo y le explicó que Sara era lesbiana y que nunca se lo había dicho a él por petición expresa suya.

Sara confesó que llevaba unos meses viéndose con una chica y que se habían enamorado. Era una chica del instituto al que iba Alberto. Éste le preguntó su nombre.

Al decirle su nombre, Alberto les pidió que le perdonasen un momento, que no tardaría.

- ¿Lo ves? Dijo Sara -. Ya te dije que todavía hay mucha gente que tiene prejuicios. Hasta él.

Ana se quedó sin palabras, mirando a su amado abandonando el lugar. Conocía mejor que nadie a Alberto. Estaba segura que no tenía ningún prejuicio contra Sara. No podía creer que la rechazase solo por ser lesbiana.

Al rato, Alberto entró otra vez, acompañado de la mano de una impresionante rubia de ojos azules. Los chicos giraban la cabeza para verla pasar.

Los dos se acercaron a la mesa donde estaban Ana y Sara, que se quedó boquiabierta. Ana estaba desconcertada. Por un momento se había olvidado de su amiga. ¿Quién era esa chica que estaba con Alberto?

La chica sonriente, se acercó a Sara y la besó, ante el asombro de todos.

- Perdonad la espera – dijo Alberto - Es que, casualmente la novia de Sara es amiga mía de la infancia.

- Sí, - contestó la chica- . Jugábamos juntos a veces.

- Se me había ocurrido que podíamos ir los cuatro a algún sitio a tomar algo. Dijo Alberto.

Al pasar los cuatro por delante del grupito de Ricky, Sara hizo un corte de mangas y los cuatro se pusieron a reír.

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