martes, 21 de abril de 2009

CAPÍTULO 14

Ana recuerda como recuperó el apetito, el sueño, la alegría y la vida, cuando Alberto fue desesperado a buscarla. Quiso pedirle perdón, pero ella estaba tan contenta que ni le escuchó.

Después de aquello, eran inseparables. La vida era maravillosa y parecía que todo iba a ser así para siempre.

Su madre, viendo que era completamente inútil insistir, dejó momentáneamente de tratar de disolver la pareja.

Todo lo contrario que el padre de Alberto, que se le veía feliz contemplándoles juntos. Pasaban muchos momentos con él y con Mariona, que ya se había establecido definitivamente en casa de Alberto y su padre.

Ana quería mucho a Mariona, que, a pesar del tiempo, seguía tratándola como a una niña. Siempre había tenido en ella a una segunda madre. Y ahora era su confidente la mayoría de las veces.

Recurría a ella para pedirle consejo y era la depositaria de sus más íntimos secretos.

Era una época feliz. Probablemente una de las más felices de toda su vida y con toda seguridad la última.

Su vida y la de su amor con Alberto dieron un giro brutal. Una casualidad hizo que su vida cambiase para siempre.

Ana siente un nudo en la garganta al recordarlo. No puede reprimir un sollozo mientras sus ojos se posan sobre la foto y, nuevamente vuelve a recordar.

Empezó todo un día, al volver a casa, sus padres le tenían reservada una noticia.

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