lunes, 20 de abril de 2009

CAPÍTULO 6

Sara se limpiaba las gruesas gafas a la puerta del instituto mientras esperaba a Ana. Miraba de reojo a Ricky, como siempre, sentado en su motocicleta y rodeado de chicas. Ni siquiera se molestaría en acercarse, pues sabía que él ni tan sólo la miraría. De hecho, sabía que ningún chico la miraba.

Un par de chicos pasaron corriendo arrollando literalmente a Sara, a la que tiraron al suelo los libros que llevaba en la mano. Se agachó a recogerlos y vio una mano que le ayudaba.

- ¿Me dejas que te ayude? –dijo el joven que se agachaba a ayudarla.

Sara permaneció bloqueada mientras aquél sonriente joven le recogía amablemente los libros.

- Desde luego –continuó el chico-, hay gente que no mira por donde va. Me llamo Alberto.

Sara correspondió a la presentación. Era guapísimo. Con aquel chico a su lado se olvidó por completo del idiota de Ricky.

- Verás, estoy esperando a una chica que estudia aquí –se explicó Alberto-. No se si la conocerás se llama Ana.

“Así que este chico es el novio de Ana”. Se preguntó Sara.

- ¿Tú eres Alberto? –Preguntó Sara-. Ana se pasa el día hablando de ti. Soy compañera suya. Ha subido a clase porque se ha olvidado algo.

En los minutos que estuvo junto a Alberto, Sara comprendió por qué Ana estaba colada por él. No era tan solo lo guapo que era. Era su voz, su modo de hablar, la calidez de sus palabras. Además, aquél chico no la ignoraba. No se limitó a preguntar por Ana y marcharse. Se quedó con ella y le daba conversación.

A los pocos minutos salió Ana, que corrió a abrazar a Alberto. Algo que llamó la atención de Ricky, que observaba desde la distancia con cara de pocos amigos.

- Bueno, Sara. –Dijo Alberto-. Encantado de conocerte.

Diciendo esto, dio a Sara un beso en cada mejilla. Ésta, cogió a Ana por el brazo y, sonriendo le dijo en voz baja:

- ¡Qué suerte tienes!

Ricky, puso en marcha la motocicleta y se acercó a la pareja que ya marchaban.

- Hola Ana. ¿Ya te vas?- Dijo frenando justo enfrente de ellos-. ¿Quién es tu novio? ¿Nos presentas?

A regañadientes, Ana le presentó a Alberto.

- ¿Vas al otro instituto, no? Debe ser duro. Dicen que está lleno de moros y sudacas.

- No te creas todo lo que te dicen. Vamos Ana. Contestó Alberto.

- Por cierto, -continuó Alberto-, tienes la moto baja de ralentí, se te puede calar a menudo. Si quieres, un día de estos te la miro.

Al decir esto, y mientras se alejaban, la motocicleta se paró y dejaron a Ricky, intentando encenderla de nuevo.

- No falla –dijo Alberto riendo-. Cuando les dices eso, la mayoría de las veces se cala.

- ¡Eres malo! –dijo Ana riendo.

Ambos marcharon cogidos en dirección al parque. Hablaban y reían animosamente.

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