martes, 21 de abril de 2009

CAPITULO 11

La puerta de la lujosa casa se abrió. En la puerta estaba Alberto.

Acompañado por la asistenta, llegaron hasta la sala donde le esperaba la señora Cifuentes, madre de Ana.

Rara vez se acercaba a esta casa, pues Alberto era consciente de que no le caía bien a su madre. Pero esta vez, había sido la señora la que le había citado. Parece ser que quería hablar con él, a solas.

- Hola, muchacho – dijo ella, extraordinariamente amable. Siéntate, por favor. ¿Quieres tomar algo? ¿Un refresco?

Alberto rechazó amablemente la invitación, por lo que ella se dispuso a hablarle.

- Verás, te he hecho venir, aprovechando que Ana no está, para hablar contigo. Sé que sois novios. Y, quisiera dejar claro que, no tengo nada contra ti. Me pareces un chico muy guapo y educado.

- También sé que eres muy bueno y cariñoso. Que trabajas y estudias al mismo tiempo. Pero, como inteligente que eres, te habrás dado cuenta de que mi hija y tú no estáis en la misma escala.

Alberto trató de decir algo, pero ella no se lo permitió, pues continuó hablando.

- Yo sé lo que estáis pasando. Y sé lo que se siente. Yo también fui joven –diciendo esto con una estúpida risita.

- Yo la quiero, señora – interrumpió Alberto.

- Estoy segura de ello –le respondió – Estoy convencida de que tus intenciones son las mejores y de que deseas lo mejor para ella. Yo te comprendo mejor que nadie, créeme.

Pero eres muy joven. Hay cosas que aún no entiendes. Ahora no le dais importancia a la escala social. Pero más adelante sí que lo haréis, en especial mi hija.

De verdad – prosiguió -. En realidad te estoy avisando a ti más que a ella. Ana está acostumbrada a ciertas comodidades, a ciertos lujos que tú no le podrás dar.

Al principio ella no le dará importancia porque es joven y está enamorada. Pero cuando se haga mayor lo echará de menos.

Cuando mire a sus antiguas compañeras y vea lo que se ha perdido, lo echara en falta.

Créeme, cielo. Lo hago en realidad por ti. Me preocupa que el día de mañana te veas rechazado por Ana. Yo sé que la quieres. Y si la quieres y deseas lo mejor para ella, sabes mejor que yo que no puedes hacer que renuncie a todo lo que tiene por ti.

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